sábado, 31 de octubre de 2015

El hombre imaginario / Nicanor Parra





El hombre imaginario

El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario.

De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios.

Todas las tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios.

Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario.

Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar el corazón
del hombre imaginario. 

Nicanor Parra



***

martes, 27 de octubre de 2015

Miquel Martí i Pol




Conocí algo de la obra de Miquel Martí i Pol a comienzos de los ochenta, en una edición bilingüe. Un verso de Amada Marta, «la verdadera muerte es desertar» me sirvió para escribir un artículo sobre esa tentación depresiva contra la que tienes que luchar para seguir adelante en lo que es pequeño, sí, claro, y afrontar lo que se te hace algo más que cuesta arriba. De la depresión hablo y voy a hablar más, si lo consigo porque no es fácil, como no es fácil que lo entienda quien no las ha padecido y ha salido de ellas como ha podido, descascarillado y recompuesto.

Ayer, el amigo Josep Malivern, me contó que se había encontrado este poema de Marti i Pol en la puerta de los juzgados de Vendrell. Entre aquel poema de Amada Marta y este Solstici, han pasado treinta años. Quien escribió aquel artículo, gracias a la lectura del poema  Capfoguer –en el que se dicen cosas como «ahora que, bien podría aparentar/una actitud lejana y displicente», se elogia el hacer lo que se pueda y se afirma con vehemencia que no hay que desistir, que hay que hacerlo por uno mismo y por los nuestros, aunque no sepamos su nombre–, tenía poco más de treinta años, el que lee Solstici tiene poco más de sesenta y cinco y se da cuenta de que las cuestiones que estaban pendientes entonces, lo están ahora, son las mismas, el vivir poniendo un paso detrás de otro, sin grandilocuencias, con errores y aciertos, «en soledad, pero no solitarios»… cualquier comentario más es ocioso.

(Miguel Sánchez-Ostiz)




SOLSTICI

Reconduïm-la a poc a poc, la vida,
a poc a poc i amb molta confiança,
no pas pels vells topants ni per dreceres
grandiloqüents, sinó pel discretíssim
camí del fer i desfer de cada dia.
Reconduïm-la amb dubtes i projectes,
i amb turpituds, anhels i defallences;
humanament, entre brogit i angoixes
pel gorg dels anys que ens correspon de viure.
En solitud, però no solitaris,
reconduïm la vida, amb la certesa
que cap esforç no cau en terra eixorca.
Dia vindrà que algú beurà a mans plenes
l’aigua de llum que brolli de les pedres
d’aquest temps nou que ara esculpim nosaltres.


SOLSTICIO
Reconduzcámosla poco a poco, la vida,
poco a poco y con mucha confianza,
no por los viejos vericuetos ni por los atajos
grandilocuentes, sino por el discretísimo
camino del hacer y deshacer de cada día.
Reconduzcámosla con dudas y proyectos,
y con torpezas, anhelos y desfallecimientos;
humanamente, entre fragor y angustias
por «el desfiladero» que nos corresponde vivir.
En soledad, pero no solitarios,
reconduzcamos la vida, con la certidumbre
que ningún esfuerzo caerá en tierra estéril.
Día vendrá que alguien beberá a manos llenas
el agua de luz que brote de las piedras
de este tiempo nuevo que ahora esculpimos nosotros.

(traducido al castellano por Carme Ciscart)




***

sábado, 24 de octubre de 2015

Hic Et Nunc / Julio Cortázar




Hic Et Nunc  

La nobleza, las grandes palabras, que mal le van
a esta ternura sin mejillas que tocar,
a esta lengua sin labios que entender.
Envilece un amor así que rebota en las paredes del cuarto
o se va cayendo a pedazos de palabras, esto.

Es inútil la argucia y la esperanza,
somos la previsión,
los ojos y la boca orientados al viento. ¿Qué me vale
lo que fue, la suave crónica?
Siempre andaré buscándote en el hoy
de esta ciudad, de esta hora.
Si me doy vuelta, oh Lot, eres la sal
donde mi sed se hace pedazos.

Mira de qué sustancias vivo,
pero no me tengas lástima, yéndote así
todavía más.

Julio Cortázar 



***

martes, 20 de octubre de 2015

Lenin sobre Mayakovski




Lenin sobre Mayakovski

“Ayer leí por casualidad en “Izvestia” un poema de Mayakovski (*) sobre un tema político. No figuro entre los admiradores de su talento poético, aunque reconozco mi absoluta incompetencia en ese terreno. Pero hace mucho tiempo que no había experimentado tal placer desde el punto de vista político y administrativo. En su poesía ridiculiza sin piedad las reuniones y se mofa de los comunistas que no hacen más que reunirse y volverse a reunir. No sé qué tal serán los versos desde el punto de vista de la poesía, pero puedo garantizar que desde el punto de vista político son completamente justos. Nos encontramos, en efecto, en la situación (bien estúpida, hay que confesarlo) de unas personas que se reúnen una y otra vez, forman comisiones, confeccionan planes, y así hasta el infinito. Hubo un tipo así en la vida rusa: Oblomov. Se pasaba la vida tumbado en la cama, haciendo planes. Desde entonces ha pasado mucho tiempo, Rusia ha hecho tres revoluciones pero, pese a ello, los Oblomov siguen existiendo.”


(* Alude al poema “los charlatanes”. Como él advierte ésta es una de las raras veces que Lenin habla bien de Vladimir Mayakovski /1893-1930/ o de los vanguardistas en general. Véase la opinión siguiente que cuenta Gorki “(Mayakovski) Grita y se inventa palabras enrevesadas, y me parece que no le salen bien las cosas, y que se le entiende poco. Todo lo esparce, cuesta leerlo. ¿Dice usted que tiene talento?...”)

***

“¡Cómo no se avergüenza usted de votar a favor de editar 150.000.000 de Mayakovski con una tirada de cinco mil ejemplares!

Es absurdo, idiota, una estupidez rematada y una gran vanidad. A mi juicio deben imprimirse una de cada diez de esas cosas, y con tiradas no superiores a los 1.500 ejemplares, para las bibliotecas y los extravagantes.

Y a Lunacharski, darle unos buenos azotes por su futurismo.”

Lenin

(Carta a Lunacharski, 6 de mayo de 1921).

Fuente: “Lenin, sobre arte y literatura” Edición de Miguel Lendínez)


***





150.000.000  / VLADIMIR MAIAKOVSKI


150.000.000 es el nombre del artífice de este poema.
Su ritmo: la bala.
Su rima, el fuego saltando de un edificio al otro.
150.000.000 hablan por mi boca.
Esta edición fue impresa con la rotativa de los pasos,
en el papel vitela del adoquinado.
¿Hay quién pregunte a la luna?
¿Hay quién pretenda que el sol le rinda cuentas?
¿Quién se atrevería a afirmar:
éste es el autor más genial de la tierra?




De igual modo
este poema
no tiene autor.
Su única idea es
brillar en el día naciente.
Ese mismo año,
en ese día y hora,
bajo tierra, en la tierra por el cielo y aún más arriba
aparecieron estos
carteles,
octavillas,
affiches:
«¡A TODOS!
¡A TODOS!
¡A TODOS!
¡A todos
los que ya no aguantan más! ¡Salid
y marchad juntos!»
(firmas):
La Venganza —maestro de ceremonias.
El Hambre —administrador.
La Bayoneta.
La Pistola.
La Bomba
(tres
firmas:
los secretarios
¡Vamos! ¡Vamos, vamos!
¡Ja. ja!
ja, ja, ja, ja, ja, ja! ¡Se caen!
¡Eh, Juanón!
¡Mete billetes en la alpargata!
¡No vayas descalzo al mitin!
¡Adiós, Rusia del alma!
¡Se acabó la pobre!
¡Ya encontramos otra Rusia!
¡La internacional!
¡Vamos!
Sentado en sillón de oro
toma té con bizcochos.
Iré a verle,
furioso.
Iré a verle
tísico.
Iré a verle
y le diré:
«Wilson, oye,
Woodrow,
¿quieres un cubo de mi sable? Ya verás...»
Llegaremos hasta el mismísimo
hasta Lloyd George
Y le diremos:
«Oye,
Jorgito...»
—Hasta él no llegas.
Hasta él hay océanos.
Con esos no puede el jamelgo
No importa.
Iremos a pata. Despertaba a la llamada
de los bosques. Fieras y fierecillas segregaban fuerza.
"Un lechón gruñía aplastado por un elefante.
Los cachorros formaban hileras de cachorros.
El grito humano es insoportable.
Pero la fiera se exprimía el alma.
(Os traduciré el bramido de los animales,
si no conocéis la lengua animal):
«¡Escucha, Wilson,
bola de grasa! Si la culpa es del hombre,
castígalo.
Nosotros
no hemos firmado el pacto de Versalles.
Las fieras, sí,
¿pero por qué debemos pasar hambre?
¡Que sufran ellos nuestro dolor animal!
¡Quién pudiera hartarse una vez más!
¡Vamos a las Indias, rebosantes de hierbas!
¡A las praderas americanas!»
¡Oh! ¡Oh-uh!
Ya no cabemos en la jaula-bloqueo.
¡Adelante, automóviles!
¡Al mitin, motocicletas! ¡Lo pequeño, a la derecha!
¡Ceded el paso a los camiones!
¡Los caminos se pusieron en fila india!
Escuchad lo que dicen los caminos
¿Qué dicen? «Nos asfixiamos de tanto viento y polvo,
retorciéndonos en los raíles por estepas hambrientas.
Por dóciles kilómetros sin empedrar,
estamos hartos de arrastrarnos tras los presidiarios.
Queremos saturarnos de asfalto,
ceder bajo el peso del expreso, ¡levantáos!
¡Basta de dormir carreteras mecidas por el polvo!
¡Vamoooos!» ¡Vamos a las minas! ¡A por pan!
¡A por el moreno!
Sembrado para nosotros.
Sin leña
sólo los tontos pueden andar. ¡Al mitin, locomotoras!
¡Locomotoras, al mitin!
¡Rápiiiido!
¡Rápidorápido!
¡Eh,
regiones,
levad anclas!
Tras Tula, Astrakán,
una mole tras otra,
inmóviles
desde Adán,
arrancaron
y avanzan sobre otras, con ruido de ciudades.
Llevando por delante la oscuridad rezagada,
tropezando con las frentes de los faroles,
iban al mitin legiones de luz,
con las zancadas de postes eléctricos.

Y por encima
conciliando el agua y el fuego,
pudriéndose de ahogados, fluían los mares.
«¡Paso a las olas del Caspio!»
¡No volveremos a Rusia! No en el flaco Bakú,
en las playas de la jubilosa Niza brincaremos
con la ola mediterránea.»
Y, por fin,
tras el trueno
de correr y de trotar, respirando a pleno pulmón,
en borbotones de nubes salieron
por los agujeros los aires ya tormentosos de Rusia.
¡Vamo-o-o-s! ¡Vamosvamos!
¡Y todos
los ciento cincuenta millones de gentes, billones de peces,
trillones de insectos, animales salvajes,
animales domésticos, centenares de regiones,
con todo lo que
hay construido, lo que vive en ellas,
todo lo movible,
inamovible,
lo que apenas se movía, reptando,
arrastrándose, nadando.
Marcho en avalancha
¡en avalancha!
Y retumbaba el sitio
donde estuvo Rusia.
Lo importante
no es comerciar con sacarina.
¡El corazón quiere ser campana que doble!
Hoy al paraíso
lanzaremos a Rusia más allá
de los irisados pozos del crepúsculo.
¡Ja, ja,
ja, ja, ja, ja,
ja, ja!
¡Vamosvamos!
¡A través de la guardia blanca de las nieves!
¿Por qué las regiones sacan sus carnosidades de los límites
que por siglos les fijaron las autoridades?
¿Por qué aguzan el oído los cielos?
¿A quién atalaya el horizonte?
Por eso
hoy
los ojos del mundo entero están puestos
en nosotros y todos los oídos alertas
captan el más mínimo sonido nuestro
Para ver esto
Para escuchar estas palabras: esto
es la voluntad de la revolución,
lanzada más allá de sus últimos límites
esto
es un mitin
armazones de máquinas, gentes,
y cuerpos de animales, esto
son manos
patas
pinzas
bielas levantadas
aun donde el aire enrareció
prometiendo una misma cosa al unísono.
Olvidad
a los poetas
que lanzan aullidos celestiales,
olvidadlos,
escuchad esta canción: «Vinimos a través de ciudades,
nos abrimos paso en la tundra,
pisamos fango y charcos.
Vinimos millones
millones de obreros,
millones de trabajadores y empleados.
Vinimos de las casas,
escapamos de los almacenes,
de las callejuelas alumbradas por los incendios.
Vinimos millones,
millones de objetos,
destrozados,
rotos, arruinados.
Bajamos de las montañas
reptamos por bosques
y campos de cebada agostados por los años.
Vinimos,
millones,
millones de ganado,
cerriles,
embrutecidos, hambrientos.
Vinimos
millones
de impíos,
paganos
y ateos
con la frente,
el hierro oxidado,
el campo,
Recemos todos a Dios, con fervor. ¡Aparece,
no de un mullido tálamo estelar, Dios de hierro,
Dios de fuego
Dios, ni Marte,
ni Neptuno, ni Vegas,
Dios de carne,
¡Dios-Hombre!
Baja de las estrellas que brillan en las arenas,
liberado de las alturas, terrestre,
¡sal,
aparece
entre nosotros!
No el que
«estás en los cielos».
Hoy
a la vista de todos obraremos milagros,
nuestros propios milagros.
Nos encabritamos
si en tu nombre
hay que batallar
en medio del humo en el fragor del turno.
Nuestras hazañas
serán más difíciles que las del Creador
que llenaba
de cosas el vacío.
No sólo tenemos que construir con imaginación nueva,
sino también dinamitar lo viejo.
¡Sed, danos de beber! ¡Hambre, aliméntanos! Ya es hora
de llevar el cuerpo al combate.
¡Más tupida sea la descarga contra los cobardes!
¡Contra el montón, fuego de metralla!
¡Que todo venga
del mismísimo fondo del alma!
¡A fuego,
a llama,
a hierro,
a luz,
abrasa,
quema,
corta,
destruye!
Nuestras piernas
son abanicos que aventan la polvareda.
Nuestras aletas son naves.
Nuestras alas son aeroplanos.
¡Caminar!
¡Volar!
¡Cruzar!
¡Rodar!
haciendo inventario del mundo entero.
Si esa cosa es útil,
bien,
sirve.
Si es inútil,
¡al diablo!
Una cruz negra.
¡Acabaremos contigo,
mundo romántico!
Basta de fe
en el alma,
¡electricidad,
vapor!
¡Basta de mendigos!
¡Embolsad las riquezas de todos los mundos!
¡Matad cuanto es viejo!
¡De los cráneos haced ceniceros!
Arrasadas las antiguallas,
un mito nuevo se impondrá en el mundo.
Romperemos con el pie la barrera del tiempo.
Miles de arcoiris colorearán el cielo.
En un mundo nuevo se abrirán
las rosas y los sueños ensuciados por las rimas.
Todo estará hecho
para el placer
de los niños grandes que somos.
Inventaremos
rosas nuevas,
rosas de capitales con pétalos de plazas.

Vosotros,
los marcados con el estigma del suplicio,
ved al verdugo de hoy.
Y sabréis
que los hombres
pueden ser cariñosos,
con el amor
que la estrella trepa por un rayo.
Nuestra alma
será
confluencia de los Volga de amor.
Todo el que las aguas traigan
—tú o cualquier otro—
será bañado por una mirada luminosa.
Por las arterias más finas
botaremos
las naves faéricas de los hallazgos poéticos.
Y tal como lo escribimos
el mundo será
el miércoles
y ayer
y hoy
y mañana y siempre,
por los siglos de los siglos. Por el verano secular,
lucha,
canta:
«En la batalla final» ¡Coreemos un himno común!
¡Más de un millón!
¡Multipliquémonos por cien! ¡Vamos, por las calles!
¡A los tejados!
¡Tras los soles! ¡En los mundos!
¡Gimnastas de la palabra!
Y Rusia
ya no es un pordiosero
no es un montón de escombros, no es ceniza de casas
Rusia
Rusia entera
es un solo Iván,
sus brazos
son
el Neva
y sus pies las estepas del Caspio.
El siguiente fragmento narra
el cuerpo a cuerpo que sostienen Iván,
en harapos tras atravesar océanos y montañas,
y W. Wilson, en Chicago.
Atrincherado en su palacio,
Wilson resiste, acciona unos resortes dorados,
y de inmediato se alarga
la cadena de formaciones inhumanas.
Más terrible que tanques,
que aguerridos regimientos,
el hambre
se levanta, sin vientre,
con cien bocas, con millones de mandíbulas,
y sale de un salto.
Muerde una ciudad
—se rompe como una nuez.
Atrapa una villa —y sus huesos crujen.
A los hombres, a los animales,
se los traga a puñados.
Precediéndola,
aguzado el oído,
abre la marcha la ruina.
La fábrica respira.
la ruina la oye.
La ruina oye.
La fábrica respira.
La ruina la estrecha,
la fábrica se desmorona.
Ataca, blandiendo un trozo de vía férrea.
Todo se convierte en polvo, declina,
se hunde. ¡Prepárate!
¡Al ataque!
¡Trabaja!
¡Suda!
La garganta del hambre,
el morro de la ruina,
¡Las estrangularemos
con el nudo corredizo de las vías

Y cuando el país iba a quedar sin aliento
—cortado por el hambre—
entonces,
blandiendo el ariete hidráulico de los trenes,
el transporte se puso en marcha.
Las locomotoras, con su blanca barba al viento,
combaten, el hambre cede,
y los trenes cargados de trigo,
empezaron a pasar por encima de su cuerpo,
comiéndose los restos.

Estremecido de rabia,
Woodrow
ordena:
«Aniquiladlo enseguida»
y envía enjambres de guerreros jóvenes...
Y todos avanzan protegidos por el fango,
espiroqueta sobre espiroqueta,
vibrión sobre vibrión.
El veneno de los microbios,
las patas de los piojos,
ensucian la sangre,
hacen cosquillas a los cuerpos.
De una copa inédita
surgen las enfermedades,
de pronto,
el hombre
adormecido
se llena de manchas se hincha, y estalla
como un hongo. Entonces se ponen en marcha
precedidos por cierta
farmacia arcoiris,
poniendo en las troneras botellas de fenol, lazaretos,
clínicas,
hospitales. Los piojos retroceden
estrechando filas,
perseguidos
por el fuego
de los microscopios.
La cadena desinfectante los golpea y golpea.
Los enemigos son puestos
patas arriba.
Y abajo
blandiendo como bandera una receta,
desfila triunfalmente el Narkomzdrav del mundo entero.
De Wilson sale un extraño sonido,
— Enfermedades y penurias han sido vencidas,
y envía su último ejército,
el ejército envenenado por las ideas.

VLADIMIR MAIAKOVSKI


***



***

sábado, 17 de octubre de 2015

Instante / Wislawa Szymborska





Instante


Camino por la ladera de una verdeante colina.

Hierba, florecillas en la hierba,

como si fuera un cuadro para niños.

Un neblinoso cielo ya azulea.

Una vista sobre otras colinas se extiende en silencio.


Como si aquí nada hubiera de cámbricos, silúricos,

ni rocas gruñéndose unas a otras,

ni abismos elevados,

ninguna noche en llamas

ni días en nubes de oscuridad.


Como si no pasaran por aquí llanuras

en febriles delirios,

en helados temblores.


Como si sólo en otros lugares se agitaran los mares

y desgarraran las orillas de los horizontes.


Un bosque que aparenta un bosque por los siglos de los siglos, amén,

y en lo alto unos pájaros que vuelan en su papel de pájaros que vuelan.


Hasta donde alcanza la vista, aquí reina el instante.

Uno de esos terrenales instantes

a los que se pide que duren.


Wislawa Szymborska



***

miércoles, 14 de octubre de 2015

Posible encuentro de Louise Michel y Jean Arthur Rimbaud en la comuna




Posible encuentro de Louise Michel
y Jean Arthur Rimbaud en la comuna
 (Juan Manuel Roca)


Es posible que el encuentro entre Louise Michel y Jean Arthur Rimbaud se haya dado en un umbral de la Comuna. Si la historia no lo permitió, merece ser escrita de nuevo. Digamos que ocurrió de la siguiente manera: Lousie Michel, la impaciente anarquista, tropezó con un hombre que huía del futuro, de una comarca salvaje que acostumbraba a visitar tras vadear las fronteras movedizas de su infancia.

Ella venía del exilio
Desplegando una bandera
En un palo de escoba,
Una bandera negra
En recuerdo de sus muertos.

Dicen que la escoba la heredó de una vieja hechicera y que la usó en los estrados para barrer vestigios de la oscura noche medieval.

El poeta conservaba su sombra intacta, aún tenía sus dos piernas tragaleguas y un paladar que seguía econtrando amarga la belleza. Venía cargado de frutos robados al viejo guardián del Paraíso. Los dos intercambiaron recetas contra el hambre y los exilios, la impaciencia y el presidio. Sus palabras obedecían a sus gestos, arropados bajo el sol rojo y negro de las barricadas.

Ella venía del exilio
Desplegando una bandera
En un palo de escoba,
Una bandera negra
En recuerdo de sus muertos.

Lousie Michel defendió a las prostitutas en la cárcel, mujeres de lengua suelta y corpiños apretados que para Rimbaud eran la higiene de la raza. Un posadero llamado Fourier les sirvió una sopa espesa, humeante como las calles de París: “Buen apetito”, susurró el posadero”, “el futuro está servido”.






***

miércoles, 7 de octubre de 2015

Recuerdos de juventud / Nicanor Parra




Recuerdos de juventud 


Lo cierto es que yo iba de un lado a otro,
A veces chocaba con los árboles,
Chocaba con los mendigos,
Me abría paso a través de un bosque de sillas y mesas,
Con el alma en un hilo veía caer las grandes hojas.
Pero todo era inútil,
Cada vez me hundía más y más en una especie de jalea;
La gente se reía de mis arrebatos,
Los individuos se agitaban en sus butacas como
                                 [algas movidas por las olas
Y las mujeres me dirigían miradas de odio
Haciéndome subir, haciéndome bajar,
Haciéndome llorar y reír en contra de mi voluntad.

De todo esto resultó un sentimiento de asco,
Resultó una tempestad de frases incoherentes,
Amenazas, insultos, juramentos que no venían al caso,
Resultaron unos movimientos agotadores de caderas,
Aquellos bailes fúnebres
Que me dejaban sin respiración
Y que me impedían levantar cabeza durante días,
Durante noches.

Yo iba de un lado a otro, es verdad,
Mi alma flotaba en las calles
Pidiendo socorro, pidiendo un poco de ternura;
Con una hoja de papel y un lápiz yo entraba en los cementerios
Dispuesto a no dejarme engañar.
Daba vueltas y vueltas en torno al mismo asunto,
Observaba de cerca las cosas
O en un ataque de ira me arrancaba los cabellos.

De esa manera hice mi debut en las salas de clases,
Como un herido a bala me arrastré por los ateneos,
Crucé el umbral de las casas particulares,
Con el filo de la lengua traté de comunicarme con los espectadores:
Ellos leían el periódico
O desaparecían detrás de un taxi.

¡Adónde ir entonces!
A esas horas el comercio estaba cerrado;
Yo pensaba en un trozo de cebolla visto durante la cena
Y en el abismo que nos separa de los otros abismos.


Nicanor Parra
Recuerdos de juventud (en Poemas y antipoemas. Cátedra)



***

domingo, 4 de octubre de 2015

René Char / Hojas de Hypnos 222




Hojas de Hypnos 222


Lobuzna mía, apoya tu cabeza sobre mi regazo. No soy feliz y sin embargo me bastas. Portavelas o meteoro, ya no hay corazón triste o porvenir sobre la tierra. Los andares del crepúsculo revelan tu murmullo, refugio de menta y de romero, confidencia iniciada entre las rojeces del otoño y tu vestido ligero. Eres el alma de la montaña, de flancos profundos, de rocas calladas detrás de los labios de arcilla. Que las alas de tu nariz se estremezcan. Que tu mano cierre el sendero y acerque la cortina de los árboles. Lobuzna mía, en presencia de dos astros, el hielo y el viento, pongo en ti todas las esperanzas derrumbadas, para un cardo victorioso en la rapaz soledad.


René Char (L'Isle-sur-Sorgue, Francia, 1907-París, 1988), "Feuillets d'Hypnos", 1946, Œuvres Complètes, Gallimard, París,1983

Traducción de Magdalena Cámpora

Texto dedicado a Marcelle Sidoine-Pons (“Bora”), escrito en la clandestinidad del maquis de Céreste, entre 1943-1944, cuando Char coordinaba, bajo el nombre de “capitaine Alexandre”, el sector Durance Sud encargado de recibir los pertrechos lanzados en paracaídas por los aliados. (Nota de la traductora)




***